Desiderata


Casi me pierdo
en los desvaríos de esa noche
cuando casi me dejé caer
en los barrancos desesperados
de la incomprensión ajena.

Casi amanezco
deseando que la noche
desausiada
se prolongue
interminablemente.

Pero no me perdí,
no me dejé caer,
no deseé que la noche fuera eterna.

Y desperté,
y amanecí,
y resolví
que no habrá
nadie por quien muera,
nadie por quien renuncie,
nadie por quien llore eternamente.

Y decidí
que si mis huesos finalmente
serán polvo en el viento,
entonces voy a vivir
de modo que valga la pena.